El contrato global
Mis cojones cada día están más tostados gracias al mundo. Y para colmo me encuentro el viernes en la universidad con un mural sobre la deuda pública y por la noche me voy a ver Hotel Rwanda. Creo que tanto Abel, Elisa, como yo, nos pasamos la mitad de la peli con la lágrima. Impresionante. Cha-pó.Tras ese chute de realidad, llevo los cojones por el suelo. Y es que más que realidad parece un libro de Kafka.
Te robo, te saqueo, te colonizo, te esclavizo, y cuando me echas con una patada en el culo, o me voy antes de que me la des, lo hago mirando para otro lado, dejándote tirado al amparo de Dios. Pero como necesitas dinero, te lo dejo. Y me lo devuelves con intereses. Unos intereses que suben más de lo que crece tu dinero, lo que te obliga a pedirme dinero para pagarme a mi mismo. Y eso te lleva a una espiral de la que sólo yo te podría sacar. Si es que soy un cachondo.
Pero yo, buen gobierno, no te puedo sacar. Tengo unas empresas que mantener, y si les digo eso se me echan al cuello, se me acaba el gobierno, y no sólo no consigo nada, sino que me quedo sin el poder de hacer cosas que hasta ahora tenía.
El capítalismo, que confía en el egoísmo natural del hombre como impulso del progreso, nos ha llevado a un mundo donde el poder es del que tiene dinero. Y el que tiene dinero no es el gobierno, sino la gran empresa. Y qué gran empresa querrá mojarse el culo por el niño famélico a cambio de nada? Quien va a dejar de explotar a los trabajadores si la competencia lo hace?
Tenemos tan asumida toda esta mierda que nos creemos superiores por ser los que han ganado el juego de la competitividad. El problema no es que seamos más ricos. El problema es que estamos pisando el cuello del que no tiene pan, y le estamos quitando las dos migajas que le quedan.
En el mural había una resta: "1-4=7". Y suscribía: "Los países del tercer mundo han pagado cuatro veces la cantidad que debían en los ochenta (al inicio del disparo de su deuda). Aún así, hoy deben siete veces esa cantidad inicial"
Acojonante. Y la respuesta fácil es que son los gobiernos los que deben cambiar eso. No señores, los gobiernos no cambiarán esto nunca porque están cojidos de los cojones, como todos, por el capítalismo. Sólo hay alguien cuyas actuaciones son completamente libres: el pueblo. Así, los únicos que pueden cambiar esto somos nosotros. No comprando a X, no votando a Y, o boicoteando a Z. Esto les repercute en dinero.
En definitiva, una entidad, ya sea empresa, ya sea gobierno, tiene tres factores influentes: los gobiernos, las demás empresas, y los ciudadanos. El único que solo está ligado a sí mismo son los ciudadanos, así que vale de pasar el muerto a otros, porque los únicos que históricamente han podido cambiar las cosas somos nosotros.
Y me importa una mierda si la solución es que el tinglado se vaya abajo y el mundo civilizado pase por una etapa de crisis y tengamos que vivir en casas de 30 metros. Me importa una mierda. O acaso soy yo más persona que un puto Africano?
Hubo una frase en Hotel Rwanda que me arrancó una risa resentida. Se la decía un reportero blanco a un negro Ruandés tras presenciar una masacre de niños, hombres, y mujeres, a machetazos. "No te engañes. La gente no va a hacer nada cuando vea esto en la tele. Diran que es un horror y seguirán cenando".
Con Dios y a tomar por culo.
PD: Hace algunos años la ONU realizó una encuesta a nivel mundial. La pregunta era:
"Por favor, diga honestamente cuál es su opinión sobre la escazes de alimentos en el resto del mundo". Pero el resultado fue desastroso. Los europeos no entendieron qué es "escazes". Los africanos no sabían que era "alimentos". Los norteamericanos preguntaron el significado de "el resto del mundo". Los cubanos pidieron mayores explicaciones sobre la palabra "opinión", y el Congreso Argentino todavía está debatiendo que significa "honestamente".
Así vamos.
Radio Macuto emitiendo: Coldplay - In my place
Te robo, te saqueo, te colonizo, te esclavizo, y cuando me echas con una patada en el culo, o me voy antes de que me la des, lo hago mirando para otro lado, dejándote tirado al amparo de Dios. Pero como necesitas dinero, te lo dejo. Y me lo devuelves con intereses. Unos intereses que suben más de lo que crece tu dinero, lo que te obliga a pedirme dinero para pagarme a mi mismo. Y eso te lleva a una espiral de la que sólo yo te podría sacar. Si es que soy un cachondo.
Pero yo, buen gobierno, no te puedo sacar. Tengo unas empresas que mantener, y si les digo eso se me echan al cuello, se me acaba el gobierno, y no sólo no consigo nada, sino que me quedo sin el poder de hacer cosas que hasta ahora tenía.
El capítalismo, que confía en el egoísmo natural del hombre como impulso del progreso, nos ha llevado a un mundo donde el poder es del que tiene dinero. Y el que tiene dinero no es el gobierno, sino la gran empresa. Y qué gran empresa querrá mojarse el culo por el niño famélico a cambio de nada? Quien va a dejar de explotar a los trabajadores si la competencia lo hace?
Tenemos tan asumida toda esta mierda que nos creemos superiores por ser los que han ganado el juego de la competitividad. El problema no es que seamos más ricos. El problema es que estamos pisando el cuello del que no tiene pan, y le estamos quitando las dos migajas que le quedan.
En el mural había una resta: "1-4=7". Y suscribía: "Los países del tercer mundo han pagado cuatro veces la cantidad que debían en los ochenta (al inicio del disparo de su deuda). Aún así, hoy deben siete veces esa cantidad inicial"
Acojonante. Y la respuesta fácil es que son los gobiernos los que deben cambiar eso. No señores, los gobiernos no cambiarán esto nunca porque están cojidos de los cojones, como todos, por el capítalismo. Sólo hay alguien cuyas actuaciones son completamente libres: el pueblo. Así, los únicos que pueden cambiar esto somos nosotros. No comprando a X, no votando a Y, o boicoteando a Z. Esto les repercute en dinero.
En definitiva, una entidad, ya sea empresa, ya sea gobierno, tiene tres factores influentes: los gobiernos, las demás empresas, y los ciudadanos. El único que solo está ligado a sí mismo son los ciudadanos, así que vale de pasar el muerto a otros, porque los únicos que históricamente han podido cambiar las cosas somos nosotros.
Y me importa una mierda si la solución es que el tinglado se vaya abajo y el mundo civilizado pase por una etapa de crisis y tengamos que vivir en casas de 30 metros. Me importa una mierda. O acaso soy yo más persona que un puto Africano?
Hubo una frase en Hotel Rwanda que me arrancó una risa resentida. Se la decía un reportero blanco a un negro Ruandés tras presenciar una masacre de niños, hombres, y mujeres, a machetazos. "No te engañes. La gente no va a hacer nada cuando vea esto en la tele. Diran que es un horror y seguirán cenando".
Con Dios y a tomar por culo.
PD: Hace algunos años la ONU realizó una encuesta a nivel mundial. La pregunta era:
"Por favor, diga honestamente cuál es su opinión sobre la escazes de alimentos en el resto del mundo". Pero el resultado fue desastroso. Los europeos no entendieron qué es "escazes". Los africanos no sabían que era "alimentos". Los norteamericanos preguntaron el significado de "el resto del mundo". Los cubanos pidieron mayores explicaciones sobre la palabra "opinión", y el Congreso Argentino todavía está debatiendo que significa "honestamente".
Así vamos.
Radio Macuto emitiendo: Coldplay - In my place
2 Commentarios:
Plas plas impresionante me has dejado sin palabras. Pues si el mundo es una mierda y está controlado por unos cuántos crápulas que sólo buscan su propio beneficio, así que bienvenido al jodido mundo que nos ha tocado vivir.
En nuestras manos está que esto cambie... ais seguiremos intentandolo.
Nos leemos.
P.d: espero con impaciencia el libro ese jajaj
Ya se qué libro te va a caer. El Fin del Capitalismo Global. Aquí tienes la sinopsis:
La esperanza de revertir la prevaleciente situación económica está en una auténtica democratización que permita a las mayorías mejorar sus condiciones de vida. El fin del capitalismo global realiza los dos pasos necesarios para lograrlo: un análisis del presente y el planteamiento de un futuro. Arno Peters repasa la historia de la economía hasta su estado actual bajo la óptica del principio de equivalencia. Raimundo Franco, en la mejor tradición marxista, demuestra que las fuerzas productivas, los avances científicos y la tecnología pueden garantizar una vida plena para los seres humanos. Heinz Dieterich reflexiona sobre la praxis y la teoría del nuevo proyecto. Enrique Dussel y Hugo Zemelman se suman a ese propósito. El conjunto de textos enfatiza las relaciones entre trabajo, producción y poder creando un amplio panorama que evidencia los obstáculos impuestos a la democracia por injustas políticas económicas. En una época en la que la única perspectiva verosímil es que los ricos sean más ricos, y los pobres más pobres, este libro abre un nuevo conjunto de opciones.
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